Un virus machaca a Doncic y, por ende, las opciones de los Lakers

Los Timberwolves jugaron bien con la debilidad de Doncic, enfermo, y las heroicidades de LeBron para vencer a los Lakers y ponerse en ventaja..

El cuento de hadas de los Lakers, según pasa la eliminatoria con los Timberwolves, va tomando otros tonos. Ni siquiera de tensión aunque el punto físico está siendo una de las claves. Ocre más que oro. Si en el primer duelo los de Redick fueron arrasados sin perdón y en el segundo supieron reajustar para pararle los pies a los lobos, el tercero abrió otro plano: tanto cuenta el repetir los errores como con forzar los del contrario. La franquicia de Los Ángeles necesita urgentemente uno o más impulsos; mejor dicho, una descarga, en el sentido más literal de la palabra, que haya más hombres que cojan el peso con el que cargan, mayoritariamente, LeBron James y Luka Doncic. Uno y el otro. El primero tuvo que hacer de superhéroe ante la indisposición del segundo. Y no podían mirar más allá porque fuera de Reaves, la declarada tercera pata de esa estructura, no se cuenta con mucho más.

Necesitarían sacar una victoria del Target Center, donde en esta noche de viernes perdieron 116-104, para devolver a su haber el factor-cancha que perdieron el primer día. No se consigue con situaciones como la de Doncic, totalmente alicaído por culpa de un virus estomacal que le tuvo vomitando en la previa del encuentro y mermó su participación (sobre todo, en una zombi primera mitad). El factor-suerte también está presente. 2-1 a favor de los Timberwolves, que han hecho su parte. Reducir los errores de Randle, convertir en un torbellino en los dos lados a Jaden McDaniels, poner el balón en manos de Edwards y dar toda la cobertura posible a las virtudes que se ve que tienen los de Chris Finch. Volubles pero peligrosos. ¿Dará para eliminar a uno de los favoritos de ese lado del cuadro, el tercer posicionado en la clasificación de la liga regular? Ahí va la prueba de fuego. El próximo domingo, en un horario internacional -21:30- en el que Doncic saca fuerzas de donde no las hay, veremos si tiemblan o aúllan.

Los Lakers arrastraron las pérdidas del inicio como una penitencia. Remontaron, coquetearon con el equilibro de la balanza durante casi todo el partido, hasta que la frescura y el abanico de opciones con el que se divertía el rival coparon el plano principal, se impusieron a la supervivencia de una plantilla con fallas en la que el acierto va por días.

Anthony Edwards, al que tantos en Estados Unidos quieren convertir en la nueva cara de la NBA, va por sí solo a la cámara, ninguna le tiene que buscar para que aparezca en plano. Vanderbilt, en cabecera, y los demás compañeros hicieron un buen trabajo para sacarle de ritmo en el duelo anterior, nada que ver con lo hecho anoche. 29 puntos con 8 rebotes y 8 asistencias y, sobre todo, sensación de dominio. En el parcial de 13-1 con el que sentenció Minnesota él anotó o asistió en todas las jugadas.

Los Wolves se palpan los nervios y, de momento, saben controlarlos. Es el único peligro. Hay talento, a veces desbordado, a veces inabarcable, pero hay. Incluso en la derrota obligaron a los Lakers a sudar más de la cuenta. La fuerza de la rotación, específicamente con Reid, DiVincenzo y Alexander-Walker si salimos de los titulares, les puede dar el pase.

Las hostilidades se desataron pronto, con una revisión arbitral con tres minutos transcurridos y un 7-0 de parcial inmediatamente después. Doncic, un solo tiro y al banquillo; tapado con la capucha y cerrando los ojos. La escena no era halagüeña. James metió un par de tiros por la izquierda y Reaves hizo lo propio con dos lanzamientos más allá del perímetro. Las pérdidas comenzaban a ser un problema, el mismo que el del cerrar el rebote: falta de tensión y fuerza. Walker amplió el margen, entre los cinco y diez puntos a favor de los suyos, con un triple antes de cambiar de cuarto.

LeBron, a sus 40 años, se toma las licencias que quiera. En el segundo periodo forzó cuanto pudo para remontar casi en solitario: del -9 al +3 con 14 puntos en menos de seis minutos. Cuando se querían marchar los Lakers, su tormento se apellidaba McDaniels (30 puntos). Qué labor hizo. A Luka no le costó tanto marcarle, dado lo flojo que estaba, y en ataque se cobró lo de hoy y lo de mañana también. Antes del descanso, intercambio de triples que cerró Doncic y cuatro de ventaja para los de J.J. Para volver a la acción los Wolves enlazaron otros tres tiros exteriores, Edwards-Randle-Conley, y le dieron la vuelta al marcador. Como aderezo, un robo y matazo en contacto de Ant. Como polémica, una contra de McDaniels en la que Doncic reclamó un silbatazo desde la grada para despistar. Con un 0-6 corrigieron los Lakers para introducirse en el cuarto acto con oportunidad de vencer. DiVincenzo reclamó su sitio con una finta y tiro de quitarse el sombrero. Pero a tiros de tres había que sobreponerse a LeBron: al 97-90 tiró y metió, Reid respondió y la continuación fue mucho peor, el rey de Akron embocó dos veces más, 100-99, con medio cuarto por jugarse.

Las miradas se volvían hacia él pese a que Doncic hizo un par de intentos en positivo. Para acabar, 13-1, como antes se señalaba. Bien por el coraje del esloveno, de todas formas, en una noche harto complicada. Se multiplicaron las amenazas en el bando de los Wolves y los Lakers erraron en los marcajes, dejando a Reid un tiro con tiempo y espacio y que Edwards entrara en trance anotador. De todas formas, no podía ser otro que McDaniels, de descubrimiento a consagración, el que con merecimiento pusiera el lacre a semejante espectáculo. Y lo que nos queda por ver con estos diestros.

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