Un Atlético en caída libre

Esta es la crónica de un derrumbe televisado. También en la Copa. Del Atleti que todo lo fue no quedan ni cenizas. Saltaba en Anoeta vestido con esa camiseta roja homenaje a aquel partido también guerra ante el Celtic, en Glasgow, que latía en la camiseta con el escudo de siempre y en realidad fue un oxímoron. Aquel Atleti fuerte es hoy un esperpento. Polvo en el viento. Y sin un 'ole, ole, ole' al que agarrarse. El traje del hombre de negro es hoy un traje de luto. La Real salió con las botas untadas en jabón. El de Imanol es el equipo en cuartos. El Atleti del Cholo sigue en caída libre, hacia ningún lugar. Sin juego ni garra. Muerto. Desastre a desastre.

Trató de rascar la Real pronto en eso que le empantana: el balón parado, los pies de barro de su línea atrás. Ordenado 4-4-2, con Vrsaljko, Felipe, Hermoso y Lodi temblorosos la primera vez que Elustondo se introdujo como un cuchillo en su área para cabecear un balón solo, tan fácil, otra vez. Abrió la veda. La Real era un rival en la nuca del Cholo, que se pegaba a sus futbolistas, que no los dejaba pensar. Januzaj estampaba un balón en el poste en la jugada siguiente. Ni por esas despertaba el Atleti. Que no veía el balón, un objeto sólo en pies txuri-urdin. El plan del Cholo hacía agua. Guarecerse atrás, con João como falso 9 para correr las contras y Koke, De Paul y Herrera en la medular para nada. Nadie tocaba un balón. La Real les pasaba a todos por encima como un tren de mercancías.

El primer grito afónico de Simeone fue a los quince minutos, cada fibra de su traje negro atada ya a su garganta como mortaja. Sus hombres dieron un paso adelante. El ímpetu realista se esfumó como la ola se deshace en la orilla. De Paul sacó el periscopio y lanzó un balón a la carrera de Carrasco que, solo ante Remiro, lo envió también a la madera. La jugada dividió el partido en dos. El Atleti se reconcilió con el balón, empezó a amasarlo en el centro. Carrasco y João intercambiaban sus lugares para que el belga atacara el espacio liberado. Cada pelota era un roce, gasolina encendida, como en la batalla de Glasgow.

Pero este Atleti no es aquel. Ni tampoco el primero del Cholo. Ay, Godín, ay, Miranda. Hoy, a la lona siempre por el mismo flanco, ese muro agrietado y lleno de agujeros. E Imanol no se olvidó de seguir rascando ahí. Entre Merino, con un giro highlights en la frontal, Silva y Zaldua llevaron la pelota a la cabeza de Januzaj. La música de Psicosis había llenado el aire con el centro lateral del último, el portero salió pero no, como si le diera miedo la vida más allá de su línea. Januzaj se irguió ante Felipe, Correa y Lodi como si fueran de paja, briznas en el hombro que soplas y se van. Cabeceó a placer. Gol. El Atleti se fue al descanso con la respiración asistida que le daba la última jugada de la primera parte. Un palo de João después de otro pase en largo de De Paul. Había sido en fuera de juego. Fue un estertor.

Y Sorloth se convirtió en Haaland

Si Oblak salió de la caseta, tras el reposo, dando órdenes a Felipe, Hermoso y Herrera, su garganta se contrajo a la segunda pelota. Sorloth a la contra, mano a mano ante él, solo. Después de que el enésimo lío de Felipe con una pelota sonara, otra vez más, a cristal roto. Su gol fue la muerte. La muerte en enero. El jaque mate a una temporada, a un estilo, a una esencia. El hombre de luto respondió con un triple cambio. Fuera Correa, Lodi y Koke. Dentro lo más ofensivo de un banquillo lleno de chicos: Suárez, Lemar y Cunha. Pero el barco ya estaba hundido, los bolsillos llenos de plomo. La Real los recibió con otro disparo de Sorloth que, esta vez sí, repelió Oblak mientras Felipe seguía deslumbrado por las luces de su propia verbena.

Y Sorloth convertido en Haaland, la Real amenazando en cada lance como una tamborrada, el baño en cada pelota, cada balón dividido, todo volcado sobre la portería de Oblak. Un portero que miraba adelante y sólo veía nada, hombres perdidos, desnortados y con la boca y los ojos llenos de jabón. Y eso que la Real levantó el pie. El Atleti empujó, más por los chavales (Javi Serrano y Carlos Martín) que por los hombres, todo a la desesperada. Era verle correr y agarrarse al pecho un suspiro de lástima. El Atleti del Cholo que se admiraba, que ganaba, ya sólo vive en la hemeroteca. El Atleti del Cholo a secas.

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