Brunson se topa con Wembanyama

Jalen Brunson mide 1,88, a priori demasiado poco para ser una estrella de la NBA. La universidad, los títulos con Villanova, eran otra cosa, pero… ¿la NBA con esa altura? Por eso acabó en el número 33 del draft de 2018 y en parte por eso terminó saliendo de los Mavericks, con destino a Nueva York. Pasaron muchas más cosas, claro, pero la realidad es que en Dallas tardaron demasiado en convencerse de que podía ser el escudero que necesitaba Luka Doncic en el backcourt. Victor Wembanyama, por su parte, mide 2,24. Tiene siete años menos que Brunson (20 por 27) y 36 centímetros más. Él fue número 1 del draft, de hecho el más esperado desde LeBron James, pero las dudas en su caso (pocas) venían también por su particular físico. Demasiado largo, demasiado enclenque, una espiga francesa que a ver cómo aguantaba el ritmo de esos pesados 82 partidos de la regular season de la NBA. Y entonces, si no podía estar en pista lo suficiente o sus tobillos o sus rodillas o sus hombros no aguantaban, ¿para qué servía todo lo demás?

Brunson ya es all star y Wembanyama no lo ha sido como rookie (básicamente una ley no escrita) pero lo será durante muchos, muchos años. Hay muchas formas de jugar bien al baloncesto. O más bien, solo hay una (hacer que tu equipo gane, si se quiere resumir) que se puede honrar a partir de envases muy distintos. Se vio en San Antonio, en una cita que debería haber pasado de puntillas en una noche de partidos tremendos (Timberwolves-Nuggets, Kings-Mavericks, Pacers-Lakers…) pero que se abrió paso hacia los titulares de la jornada porque Brunson (1,88) y Wembanyama jugaron bien al baloncesto. Como hay que jugar. Ganaron los Spurs (130-126) después de prórroga. Enlazaron por primera vez tres victorias (otra primera vez para Wemby) y todavía están a tiempo (18-56 ahora) de evitar ser la peor versión de siempre de los Spurs (20-62 en 1997, el tanking que condujo a Tim Duncan).

Los Knicks están en otra pelea: 44-29 después de desperdiciar una gran ocasión de acercarse al segundo puesto del Este. Cuartos ahora, tiene a dos partidos a los Bucks y a medio a los Cavs. Ser segundo o tercero, claro, evita el cruce hasta la final de Conferencia con el ogro del Atlántico, Boston Celtics. Los Knicks perdieron pero pudieron ganar porque Jalen Brunson anotó 61 puntos. Y los Spurs ganaron aunque pudieron perder porque Wembanyama terminó con 40, 20 rebotes y 7 asistencias. A veces, el baloncesto es así de sencillo: hay jugadores maravillosos que se enfrentan, cada uno con sus armas, hasta que solo queda un pie. La última vez que dos rivales terminaron con al menos 60 puntos uno y 40+20 el otro, fue en 1961. Y fueron, glups, Elgin Baylor (63) y Wilt Chamberlain (78+43). Por si da perspectiva.

Brunson, hasta donde le llegaron las fuerzas

Brunson rozó el récord de los Knicks (62 de Carmelo Anthony en 2014) en un partido en el que vio que era él o nada: tiró 47 veces a canasta (25/47) un día después de que Dejounte Murray acabará con 44 lanzamientos en el Hawks-Celtics, el primero que hacía algo así en ocho años y el tercer del siglo tras Kobe Bryant (unas cuantas veces) y Russell Westbrook. 24 horas después, Brunson tiró tres veces más que el base de los Hawks. Anotó 17 puntos más pero su equipo perdió, y él falló un triple que habría cambiado drásticamente el panorama a cinco segundos del final (con 128-126). Después, Tre Jones anotó dos tiros libres y Wembanyama robó el último pase de Miles McBride y lanzó la bola a la grada, eufórico. El primer rookie con un partido de 40+20 desde Shaquille O’Neal en 1993. Y el primero de la historia, si se ajustan las variantes, con al menos 35+20, 5 asistencias y 3 triples: acabó en 4/9, el último clave para llegar a 40 y dejar el triunfo a mano, en la recta final de la prórroga. El francés es el tercer jugador, novato o no, que apila en un partido 40 puntos, 20 rebotes y 4 triples. Hasta ahora solo lo habían hecho DeMarcus Cousins y Anthony Davis.

Los Knicks estuvieron sin estar todo el primer tiempo: se descolgaron (-13) en el primer cuarto y llegaron al descanso noqueados (74-57). Los Spurs habían tirado bien y jugando con criterio y poso, algo que ni por asomo hacían en el primer tercio (horrible) de la temporada. Pero Brunson dirigió (24 puntos) un tremendo tercer cuarto en el que el partido se empató y del que los Spurs,que aguantaron el órdago físico de su rival, salieron por delante por los pelos y gracias a un par de triples de Wembanyama (94-91). El francés anotó después los tiros libres que llevaron a la prórroga, antes un fallo final de Deuce McBride. En el tiempo extra, Brunson solo anotó dos puntos y los neoyorquinos (siguen sin Anunoby ni Randle) se quedaron en un 2/8 en tiros. Después de diez partidos en los que habían recibido una media de solo 93,4 puntos (tres anotaciones por debajo de 80), se habían llegado ya 74 puntos al descanso y encajaron 130 en total. No parecía su noche pero casi lo fue, por obra y gracia de Brunson.

He visto mucha grandeza esta temporada y quiero ser parte de ella. Siempre lo he querido, pero es un sentimiento mayor ahora que he visto que puedo competir con estos tíos. Todavía no estoy cerca de donde quiero estar, pero estoy en el camino correcto. Voy a llegar… y pronto”. Las palabras de Wembanyama tras otro partido prodigioso suenan a aviso para toda la NBA. Seguramente porque lo es. El francés demasiado espigado ha jugado ya 65 partidos y está, tras un amago de impacto contra el rookie wall, terminando la temporada en un estado físico pletórico. Aprende por días, absorbe lectura de juego y añade armas a su arsenal a un ritmo prodigioso. Tiene unas facultades únicas y no hay más cuestión que cuánto tardarán los Spurs en darle un roster de categoría. Hay llegarán los problemas para los otros 29 equipos de la NBA. Los problemas de verdad.

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